viernes, 13 de febrero de 2009

Un largo, largo viaje


Si hay algo que me guste hacer es manejar en carretera. Me encanta manejar e ir escuchando mi música y cantandola. En mi carro, la música la programa el que va manejando, entonces el viaje involucra un constante conectar y desconectar de ipods. La plática en el camino a menudo sale sobrando, voy buscando repuestas, preguntas y recuerdos mientras manejo. He manejado muchisimo en carretera, sola y acompañada, así que el viaje que emprendí el martes pasado pensé que sería igual de tranquilo y sin complicaciones. Ir y venir a Nogales, Arizona con objeto de hacer trámites y compras. Nada diferente a otros, ¿o si?

Pues resultó que sí. Ibamos mi mamá, mi hermana y yo tranquilamente esperando gastar dolaritos y desestresarnos al mismo tiempo. Pero no contabamos con que viviríamos una serie de situaciones desafortunadas e hilarantes.

Poco antes de llegar a Nogales, no me pregunten en qué kilómetro, caí en un bache, si un bache en la flamante carretera de 4 carriles, de no creerse, pues con lo que cobran una no esperaría encontrarse con otro contratiempo que no sea ser detenido por agentes federales o soldados con visión de rayos X.

Los muy elegantes rines de las llantas que a decir de algunos se veían fabulosos en la camioneta negra, no pudieron mas que sucumbir ante el bache en la carretera. Ya había yo comentado con mi hermano mayor que yo era bastante ecológica y que, por no causar mas daño al planeta, me complacía el contar con unas llantas delgadas que solo cubrían los rines.

Afortunadamente no iba a gran velocidad y me acordé de no pisar el freno súbitamente, aminoré la marcha y finalmente me detuve en un claro de la carretera. En la entrada a las curvas de Quijano, justo a lo que después ví era la entrada a un rancho. Cada que paso por ahí pienso que ese ha de ser un lugar donde tienen casas de seguridad donde mantienen a personas que han sido secuestradas, lindo el lugar, ¿no? Bueno, pues ahí me detuve justo cuando entraban al Rancho Aguafría un señor y dos jovenes quienes se inquietaron cuando vieron que me estacioné y me bajé del carro para inspeccionar el daño. El panorama no era muy alentador, las dos llantas del lado derecho estaban hechas pedazos.

Los tres hombres nos preguntaron si necesitabamos ayuda y empezamos a buscar la herramienta necesaria para cambiar la llanta. Pero ese no era todo el problema, tampoco encontrabamos el compartimiento del carro que esconde el preciadisimo Jack. Luego de revisar (si todo falla, lee las instrucciones!) el manual, encontramos el dichoso escondite. Solo para concluir que no podríamos solucionar mucho el problema, necesitabamos DOS llantas extra. Entonces pensé en llamar a la compañía aseguradora a la que he pagado (a regañadientes, si pero) puntualmente desde hace años y la cual no había necesitado nunca y preguntar si te contaba con asistencia en el camino. Luego de esperar (con música, no vayan a creer que no son amenos) me contestaron que sí, ¿en qué kilómetro se encuentran? Pues miré si voy a averiguar, seguro me atropella un carro, pero es en la entrada sur a las curvas de Quijano. ¿Guijarro?, no Quijano! Bien, sigo con usted, no cuelgue (¿cómo iba a colgar??) Tras la espera me dijeron que llegarían en 60 0 70 minutos (creo que consideraron que me asustaría si me decían que en una hora, digo estaba cerca de Nogales, conocido lugar donde matan gratis). Adiós y a esperar.

Uno de los señores que amablemente trataban de ayudarnos me insistió para que llamara a los angeles verdes. Lo hice. Me dijeron que saldrían a tratar de localizarnos, cuando le pregunte a la amable operadora cuánto tardarían me dijo que no sabía, pues las condiciones eran difíciles ya que había nevado en Nogales. Le dije que en efecto, pero que el sol estaba radiante a las 10 de la mañana y la carretera no estaba cerrada. A lo que me contestó que aún así era peligroso, PARA LOS ENCARGADOS DE AUXILIAR A LOS AUTOMOVILISTAS EN CARRETERA??? En fin, ya sabemos que los angeles verdes son en realidad leyedas no urbanas, hace años que no veo a ninguno en la carretera.

Eventualmente llegó la grúa de la aseguradora. La conducía un joven con una mano vendada que venía acompañado de un chalán, si recuerdan la gustada serie televisiva ¿Qué nos pasa? tambien tendrán en la memoria al "no hay, no hay", bueno pues ese mismisimo era el chalan. Con una gorra negra que le cubría una cola de caballo y quien al ver las llantas no pudo hacer otra cosa mas que reirse. Un federal de caminos (con mucha prisa) que había llegado a "auxiliarnos" nos instó a que nos apuraramos para subir el carro a la plataforma de la grúa, me indicó que me subiera al carro y lo moviera para atrás para hacer espacio para la grúa. Al tratar de encender el auto, click, click, nada, la batería se había muerto por dejar las intermitentes encendidas 60 ó 70 minutos. Luego de batallar un poco con el volante pudimos colocar la camioneta sobre la plataforma, un leve brinco nos indicó que las llantas ya no se encontraban sobre la orilla de la plataforma, sino seguras sobre ella. Los 3 Reyes (a decir de Baruch) que nos auxiliaron primero tambien tomaron las fotos de rigor que les pedimos (solo para no olvidarnos de la hazaña, no por cuestiones de seguros ni nada). Así que ahí nos tiene, sonriendole al pajarito, desde lo alto de la grúa. El viaje hacía Nogales continuó, no les diré que cálidamente, pues mi hermana había bajado la ventanilla de su lado al bajarnos del carro y ahora, sin carga suficiente, no podiamos subir el vidrio, así que en esa mañana gélida, seguimos nuestro camino con el viento despeinando nuestros cabellos, pero no precisamente de una manera romántica.

Al llegar a Nogales descubrimos un paisaje hermoso, claro para aquellos que pueden disfrutar la nieve depositada en techos de casas y a la orilla del camino. Para nosotras que sentiamos el aire helado, no era un paisaje acogedor. Llegamos a la Michelin y antes que bajaran el carro de la grúa (como insistían el nohay, nohay y manquito conductor) pregunté si había las llantas que necesitaba. Me respondieron que no. Les dije a los de la grúa que no me bajaran el carro ahí, que me llevaran a otro lado. Pero me contestaron que "el servicio se acababa hasta ahí". Ya saben como es una de necia, así que llamé de nuevo a la aseguradora y les dije que tenían que llevarme hasta donde pudieran componerme el carro. Mientras esperaban los de la grúa (y nosotras, arriba de la grúa, aún) que les dieran la orden de continuar. Así desde las alturas, escuchamos a un tipo, afuera de un estanquillo que gritaba "Madre, Madre, ¿Maneja bien el de la grúa?" Al principio nos hicimos las que no escuchabamos (estamos muy jovenes para ser su madre, pensamos), pero la pregunta si nos hizo reír. Decidimos entonces comprar unas sodas y unas papitas, para aminorar la espera. Mi hermana le dió $50.00 pesos al empleado de la tiendita que nos había acercado 2 cocas y una bolsa de papas. Cuando se regresó el tipo por el cambio a la tienda, arrancó la grúa. Adios feria!! Bueno dijo mi hermana, hagan de cuenta que estamos en Cancún, dos sodas y unas papas a $50.00 pesos.

Seguímos entonces nuestro peregrinar hasta Toyo Tires. Nos estacionamos y solo con voltear a ver el carro, el "gerente" de la llantera dijo que no tenían de esas llantas ni manera de quitarlas (pues le dije que las quitaran y yo iría a Nogales, Arizona a comprar otras). No, dijo, vayanse allá, a Pepe Tires, señalandonos la dirección. Le insistí en que nos diera la dirección exacta, pues no sabíamos dónde era. Siete luces hacia el norte (claro, ya estaba CASI en Estados Unidos, ya no eran semáforos, sino "luces", solo me faltaba el six peck). De nuevo la decepción y de nuevo los de la grúa, con su "el servicio se acaba aquí". Pero (si a TV vamos) no contaban con mi astucia! Volví a llamar a la aseguradora, y me volvieron a decir que me tenían que llevar hasta donde me arreglaran las llantas (ahora si, no lo podía creer!!!) Mientras (otra vez) esperabamos que los de la aseguradora se comunicaran con los de la grúa y les dieran luz verde, escuchamos un rechinido de llantas y un golpazo de carro contra carro. Bueno, de carro contra grúa. Si, un carro se fué a estrellar contra la grúa, MI grúa! NUESTRA grúa (ya empezaba a gustarme). Señora, dijo el manquito conductor, vamos a tener que esperarnos un rato a que llegue el dueño (real) de la grúa, por el choque, pero ahorita viene quien las pueda llevar. Para estas alturas ya todo era de risa loca y no había mucho que hacer. Eso sí, lo de tomarse la soda ni pensarlo, ¿cómo ir al baño luego de tantas horas y de tanta risa? Un solitario sujeto caminaba por la acera, sumido en sus pensamientos sobre la crisis tal vez, repentinamente volteó y reparó en una camioneta negra arriba de una grúa y exclamó Ja, ¿y eso? y continuó su camino, ¿ habrá encontrado respuesta en los dos segundos que tuvo para hacerse la pregunta? a saber, por lo pronto, lo distrajimos de su penosa preocupación. Y tuvimos que reirnos de nuevo, pensando que nos debíamos de ver rídiculas sentadas arriba de un carro que no funcionaba.

Eventualmente pudimos seguir como la hormiguita, ¿hay llantas?, no, no hay, ¿hay llantas? no, no hay. Entramos a la avenida que termina en la línea, plagada de expendios y tienditas. Desde una de los expendios escuchamos a otros hijos probablemente de la misma madre aclamada líneas arriba quienes, claramente preocupados por nuestro bienestar, nos urgían a que nos pusieramos el cinturón de seguridad y no conducieramos a alta velocidad.

Llegamos a Pepe Tires en donde el vendedor de llantas le dijo inmediatamente al manquito conductor que nos bajara, que si tenían llantas que vender, digo, la manera de auxiliarnos. Para éstas alturas del día, el nohay, nohay, ya había desertado. Luego del choque de la grúa, optó por retirarse, lentamente, sin mirar atrás, en busca creo de algun expendio, pero eso solo lo creo. El manquito conductor estaba feliz, por fin se desharía de mí y mi obstinación (cuántos quisieran lo mismo, jajaja). Al fin pisabamos tierra firme y maravilla de maravillas, al lado de la llantera había un restaurante. Mi hermana le llamó a mi comadre Norma, oriunda de Drogales y le preguntó que si "El Tule" era un buen lugar para comer. No tuvo que responder mi comadrita, yo le aseguré a mi hermana, que aunque el lugar fuera un congal, con gusto acudiría, con tal de comer algo (e ir al baño, dicho sea de paso!).

Mientras mi hermana y mi mamá iban al restaurant, yo me las averiguaba con el tipo de la llantera, quien quería venderme los 4 rines y llantas obviamente a precio de oro. Le dije que solo pusiera la extra, me vendiera otra llanta que rodara y me iría a Nogales, Arizona NO en grúa y ahí buscaría por mi cuenta. Tendrían que traer la llanta del otro lado y tomaría media hora, me dijo. Oiga ¿y ya supo que mataron a Jaime Ostler? justo afuera de su negocio, lo querían secuestrar. No tenía nada que ver con mis llantas, pero tal vez el fulano quería que me dejara de preocupar y pensara en otra cosa, ¿no? Una hora después, un policia que nos quería distraer también, nos contó con lujo de detalle la persecución de los asesinos y cómo éstos habían herido a otros 2 policias. Por eso yo estoy mejor aquí, adentro de la llantera, no vaya a ser, ¿verdad? No sé para qué hay periodicos en Nogales, si la comunicación oral es más rápida, al menos en Nogales.

Me fuí a "El Tule" a esperar que colocaran las llantas. Mi mamá, ya bien comida, me recibió con un "Oye, mientras esperan, ¿no crees que yo podría irme yendo? Quiero ir al banco y de ahí me podría ir al Penney y esperarlas allá. Si, mi madre abnegada, que siempre ha velado por sus hijos y siempre ha estado a mi lado, en las buenas y en las malas, ahora a sus tiernos casi 80 años, me abandona. Total, las llantas y la bronca eran mías, ¿no? y las tiendas estaban ahí nomás, pasando la línea. Andale pues, tu no te preocupes, te llamamos un taxi y te vas. Pero si hay un camioncito que te lleva de la Villa de París al Penney. No mamá, toma otro taxi en la placita y que ése te lleve al Penney. Y allá va Doña Tere, tambien, sin mirar para atrás. Si, Francia, ya sé madre de tigresa, pintita, ni cómo reclamarle.

Para esperar con ganas, pedimos un café en el restaurant, no había. Como ya para éstas horas (4pm, me ponché a las 10am) sabía que no regresaría a Hermosillo, pensé que tendría que comprar unos cigarros para fumar a las 9 de la noche (hora acostumbrada para fumar). Le pregunté al mesero (tambien parecido al de la tele) si vendían cigarros. Me dijo que no, pues no, verdad? si ya no puede una ni fumar en un restaurant. Solo sonrió y se retiró, si, si como el de la tele, pidiendo excusas a nombre de todos los meseros del mundo, EN SERIO). Al rato regresó, con un cenicero, un encendedor y un cigarro marlboro ROJO. Ándele, me dijo, para que al menos mate el gusanito. No fumo durante el día, me mareo, pero ¿cómo desairar al acomedido joven? Ahí me tienen fumando un cigarro (gracias a Dios, no era Fiesta, como aquel que pedí en la Uni). Mientras fumando esperaba, pasó por nuestra mesa un vendedor de cachitos de lotería, preguntandonos que si comprabamos uno. Mi hermana volteo y dijo (sabiamente) lo último que compraría éste día es un cachito de lotería. Mi hermana, habla poco, pero cuando lo hace....¿verdad, Chema?

A las 5:30, luego de irnos por un café (y cigarros) al OXXO (y leer en la portada de un periódico sobre la mujer baleada que había dado a luz, si les digo, Drogales), por fin pudimos cruzar la línea. Allá encontré los rines y los cambiaron. La aventura había tenido un final feliz, justo como yo quería, pasaría la noche en Nogales. Donde luego de batallar un poco, conseguimos un cuarto de hotel, para descansar. Pero, los vecinos del cuarto de al lado no estaban ahí para descansar y tuvieron un fiestón. ¿No serían de los delincuentes que pululan por la frontera? Ay, quién sabe yo ya estaba muy cansada luego de hacer unas compras hasta las 11 de la noche. Ya ni de qué preocuparme.