viernes, 27 de marzo de 2009

De las mujeres


He entrado últimamente a varios blogs. Casualmente de mujeres. Leí un libro llamado "Historias de mujeres" de Rosa Montero. En él se reúnen las biografías de varias féminas que se han atrevido a escribir en diferentes momentos de la historia. Tanto en los blogs que he leído como en el libro se maneja el tema de la discriminación contra la mujer. Hablan de la fuerza que se requiere para atreverse a ser diferente, a vivir de una manera no acorde a como se supone que debe vivir una mujer. Según lo descrito en los cánones la mujer no debiera esperar mucho de su existencia, más allá del hecho de tener hijos y formar un hogar con una absoluta sumisión a su marido. Eso ha llevado a que las mujeres que se atreven paguen muy caro el seguir su imperiosa necesidad de VIVIR completamente expresando sus ideas, escribiendo, gobernando, estudiando, en fin, en pocas palabras, haciendo lo que les venga en gana. Si un hombre se atreve es audaz, si una mujer lo hace es un atrevimiento sin sentido, pues no tendrá al final ningún mérito y sus logros en muchas ocasiones pasarán al olvido, porque los historiadores (hombres) les negaran el paso.
Durante toda mi educación elemental, hasta la preparatoria acudí a un colegio de monjas, exclusivo de niñas. Recuerdo que una de las cosas que me causaban desasosiego era pensar que al salir de la escuela, me desarrollaría en un mundo mixto, interactuando con hombres y mujeres. La educación que estaba recibiendo, según lo entendía entonces, me dejaría en desventaja al no estar aprendiendo a convivir con niños. Por eso, me inscribía en cursos de inglés y francés de academias mixtas, y ya en la prepa, en algún curso de filosofía marxista, ay, la niña del colegio de monjas, con su manifiesto comunista bajo el brazo!!! En fin que creo haber superado el trauma (de ambos conceptos). Luego supe de otra compañera mía del colegio a quien le dio un shock tremendo cuando la cambiaron a un colegio mixto. Me gustaría saber más acerca de esa historia (de mujer, también), pero no volví a ver a mi amiga.
El caso es que ahora, luego de muchos años de haber salido de la escuela y de pasear a mis anchas en éste mundo mixto, me doy cuenta que regreso a mis orígenes. Acudo a un club de lectura, compuesto exclusivamente de mujeres. El taller literario donde nos atrevemos a escribir esta formado solo por mujeres. Otro grupo de mujeres al que acudo, ESIA con señoras que vienen de otros países a vivir a Hermosillo, traídas aquí por los trabajos de sus maridos, solo en contadas ocasiones las mujeres que han formado parte de éste grupo han llegado solas, o con hijos porque su propio trabajo así lo ha requerido. Acudo a dos cafés, también de mujeres exclusivamente. Mis mejores amigas son mujeres.
Lo que me parece cómico es cuánto me peleaba en mi infancia y juventud con el hecho de estar rodeada de mujeres. No me quejo mucho de eso ahora, fue un excelente medio para comprender qué no quería para mí. Ahora veo que en particular ése colegio era bastante abierto. Solo una ocasión, una monja me advirtió que no toleraría que yo sublevara a mis compañeras, ¿Cómo hubiera podido? La mayoría de ellas pasaban por el periodo de la adolescencia en el que lo más importante eran los muchachos, y se les iban las horas calificando todos sus atributos, ojos, cabello, nalgas, contenidos (...) y un largo etc. Ahora mi marido me dice que soy una mala influencia para mis amigas, soy bastante subversiva... y lo tomo como un cumplido, aquí entre nos.
Las mujeres de todos los grupos son diferentes, pero creo que todas se atreven a cosas diferentes. Unas a seguir la norma y otras a transgredirla, aún en nuestros días ambas situaciones son difíciles. Las mujeres de ambos grupos se sienten igualmente atacadas y ofendidas por sus contrarias. Creo que esa situación se debe principalmente a la necesidad de ambos grupos a hacerse respetar. Las visiones de los dos grupos son igual de valiosas, pero también ambas tienen sus asegunes. En este orden de ideas, lo que me ha calado últimamente es ver como algunas mujeres se someten.
Hace unas semanas estuve en un partido de baseball en el Estadio Héctor Espino. Llegó el flamante candidato a gobernador por el partido en el poder, escogido por dedazo a pesar de los "votos". Pero eso es otra historia. Lo que me llamó la atención fue ver, en el palco donde estaban todos los rojillos (que ya no significa lo de antes) a dos lindas mujeres, una de ellas si quería ser presidenta municipal, pero no la dejaron. Mientras todos andaban en campaña (excepto por el candidato quien supone que no necesita ganar adeptos, pues no se levantaba a saludar a nadie). Se levantaba el Ungson, el Pano y hasta el Chino Lam. Pero ellas, bueno, no se levantaron ni para ir al baño!!! Supongo que no se tomaron ni una cervecita, tampoco estaban ahí para eso. Ambas mujercitas me recordaron a las edecanes de la Tecate, pero sin los shorts.
La sumisión de las mujeres no se da solo en política, se da también en la casa, ¿qué de ahí se aprende? Por eso no celebré el famoso día de la mujer. Y no lo haré hasta que las mujeres se lo crean. Si quieren ustedes, hasta que se empoderen y comprendan en verdad su valía, que no está en que otros u otras la reconozcan, sino que la acepten ellas mismas. Pero entonces, ya veremos que en realidad es ridículo festejar un día por esa razón.

jueves, 12 de marzo de 2009

María José

Vuela María José, haz hecho tu parte en este mundo. Veniste y lo cambiaste para muchos. Nos diste la oportunidad de demostrar lo que podiamos hacer y de hacer lo que creíamos imposible. No lo alcanzarías a comprender. Pero cuando tuvimos que traer tu hormona de crecimiento pasamos por un conflicto. Ahí estabas tú, necesitando urgentemente mas hormona de crecimiento para continuar tu tratamiento. El Dr. Angulo nos había recibido en su casa para revisar a Joel y aprovechando que veniamos de vuelta a México nos dió algunos viales que contenían tu hormona. Había algunos problemas logísticos en cuanto al transporte, en primer lugar los viales debían mantenerse en refrigeración lo cual en un viaje tan largo, unas once horas, desde Nueva York hasta Hermosillo parecía en sí un gran problema. Luego, hacerte llegar la hormona hasta Pachuca, con lo grande que es nuestro país! Además a raíz de conflictos internacionales estúpidos, de incomprensión basicamente originados por el odio y la ignorancia, las aerolíneas impiden transportar líquidos en aviones comerciales. Nada de eso importaba, necesitabas el tratamiento y lo obtendrías. La hormona llegó sana y fría hasta Hermosillo, tu papá volo de Pachuca a Hermosillo y de regreso el mismo día con el preciado encargo. Recuerdo bien a tu papi, llegando a esta ciudad a 40 grados de temperatura en pleno verano con un sweater. Me preguntó que si aquí no llovía y tontamente le respondí que sí, que el año anterior había llovido. Soltamos una carcajada, pero si en Pachuca llueve a diario, cómo que el año anterior llovió en Hermosillo. A cambio de tu hormona recibimos unos deliciosos "pastes" que había mandado tu mamá. El costo de la hormona lo habría cubierto el Dr. Angulo. El pago era cubierto al ver tu sonrisa. A ti te costaba mucho, las inyecciones eran diarias en tus piernas, el dolor era cotidiano. La rebeldía tal vez tambien. Pero transformabas esa rebeldía en trabajo diario, para recibir las terapias, hacías que tus papás fueran mas allá de sus fuerzas, tu condición se los exigía y ellos no tenían más que cumplir con lo que sabían era necesario para tenerte con ellos. Además de cuidarte a tí, buscaron el tiempo y la manera para educar a muchas personas sobre lo que era tu condición, Síndrome Prader Willi. Ese enemigo que estaba inmerso en tu hermoso y tierno cuerpecito y que te hacía hacer y querer cosas incomprensibles. Pero que no era tu. No era esa chiquita lindisima, con unos ojos divinos que mostraban una ternura y un gran amor. Tus labios no pronunciaban muchas palabras, ese silencio tuyo hablaba y decía tantas cosas. Nos ordenaba buscar a otros chicos como tú, nos conminaba a seguir adelante buscando respuestas a preguntas que tenían miles, muchas nada satisfactorias.
Ahora ya hablas, no podremos escucharte, solo los angeles lo harán. Te escucharan tambien Toñito, Lalo y Ximena, tus hermanitos Prader que habrás conocido allá. Pero tu silencio retumba en nuestros oidos aún. La pena por perderte tambien queda en nosotros. Tu sonrisa nos iluminará siempre y nos hará continuar.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El angel

Ana y Gabriel llegaron a casa con la niña en los brazos. Queriendo protegerla de todo. Sentían que al llevarla a casa la tendrían finalmente a salvo. Nada podría pasar, ahí estarían ellos para burlar a la muerte de ser necesario. La esconderían ahí, en casa, entre sus brazos para que no llegara ésta a arrebatárselas.

En la casa reinaba el silencio. La familia y amigos aún no sabían si llamar o visitar a la bebé. Temían decir las palabras equivocadas. ¿Qué tal si el decir felicidades no era correcto? ¿Cómo poder felicitarles por tener una hija así? Considerando el camino que tienen frente a si de trabajo y entrega a su hijo especial. A todos le resultaba difícil el sentir la misma alegría que cuando nace un niño normal, ¿Qué no escuchamos siempre, con que nazca bien me conformo, no importa lo que sea?

Por fin estas en casa, mi niña, este es el cuarto que hemos preparado para ti. Tus hermanos vendrán pronto a saludarte, ya quieren conocerte. ¿Tienes hambre? Veamos, ¿hace cuánto que comiste? Uff, si ya pasaron casi tres horas. Vamos a ver, te daré leche, pero promete que vas a llorar un poquito, anda despierta, ¡vamos haz un esfuerzo! Muy bien, ya está, ahora papá te abrazará un poco para que te duermas.

Ana, con el pretexto de lavar las jeringas con las que alimentó a la niña, va a refugiarse a la cocina. Ahí, en ese momento de soledad, llora y no por primera vez, tal vez no ha dejado de llorar interiormente desde el momento que vio a la niña en la incubadora. Casi inerte, tan blanca como las mismas sábanas sobre las que yacía, con aquellas manitas huesudas y transparentes que en un instante, de alguna manera milagrosa, se aferraron al dedo meñique de Ana quien había introducido su mano por una de las aberturas de la incubadora.

El padre toma a la niña entre sus brazos con una evidente preocupación. Con el primero de sus hijos había perdido el miedo a cargar a los bebes e incluso a bañarlos, pero ella era diferente…
Es tan pequeña, tan frágil, ni siquiera puede llorar. ¿Cuánto tiempo resistirá? ¿Qué haremos con ella? ¿Cómo vamos a alimentarla? –piensa el padre al abrazarla. ¿Y si nos quedamos dormidos por la noche y la niña se muere de hambre porque no escuchamos su llanto tan débil? Ya se, pondremos el despertador para asegurarnos de darle de comer cuando es debido.

Conforme avanzan los meses la niña va creciendo lentamente. En los padres empieza a surgir la desesperanza, la duda… la culpa. ¿Por qué tuve que tomar los antidepresivos? ¿Será un castigo por haber insistido en tener una hija? Si ya teníamos a los varoncitos, ahora ellos son los que también sufren por la exagerada atención hacia su hermana. ¿Será que habrá heredado esto de mi o de Ana?
La tensión aumenta en casa año tras año. Ana y Gabriel no logran ponerse de acuerdo en como tratar a Sofía. Gabriel piensa que todo pasará, todo son exageraciones de Ana, su excesiva preocupación, que mas da que no avance en la escuela, que no logre hablar bien, que no pueda soplarle a las velitas de su pastel de cumpleaños. Cuando mira los tiernos ojos almendrados de Sofía, su hermosa carita redonda, la manera que tiene de siempre salirse con la suya, no hay nada que pueda negarle, la quiere tal como es, ¿para qué forzarla con las interminables terapias?

Ana por su parte se sume lentamente en una depresión que le arranca las ganas de seguir tratando. Siente que va perdiendo la batalla ante ese abominable ser en el que se ha convertido la enfermedad de su hija. Esa enfermedad ha tomado vida propia, es algo contra lo que tiene que luchar despiadadamente.

El observar las miradas dubitativas de las decenas de médicos a los que habían acudido y de los cuales ninguno sabía lo que provoca los síntomas de la niña, poco a poco va minando la certeza encontrar un tratamiento que por fin cure a la niña. Pero a pesar de todo siguen buscando frenéticamente una cura.

El cliché que ahora oyen a menudo de pero si es un ángel que Dios les ha enviado, les retumba en los oídos y en el corazón, ¿debiéramos acaso sentir alivio por tener un angel así? piensan Gabriel y Ana sin poder decirlo, ni siquiera el uno al otro.

Hay otro tipo de ángeles por supuesto. Como Nydia, aquella compañerita de Sofía quien guardó en un closet un trozo de chorizo durante varias semanas hasta que éste se descompuso. Entonces preparó unos tacos con chorizo que ofreció a Sofía durante el recreo a sabiendas de que ella no se resistiría a comerlos pese a que Nydia molestaba constantemente a Sofía frente a sus compañeros llamándola gordinflona, panzona y estúpida. Nydia había visto a Sofía tomar alimentos de la basura y comérselos creyendo que nadie la observaba. Pensaba que Sofía era una asquerosa tragona.

Debido a la intoxicación por comer los tacos Sofía fue a dar al hospital. Ana regresó a la escuela para pedir castigo para Nydia, cosa que nunca sucedió.
Después de abandonar el hospital, Sofía no volvió al colegio. Eran ya tantas las escuelas a las que había acudido, a las que Ana había rogado por una oportunidad para su hija hasta que se dio por vencida. Sofía permanecería en casa, ahí estaría segura aunque no terminara la primaria.


Nos aseguran que su enfermedad es incurable, que lo único que tenemos que hacer es mantener a Sofía alejada de la comida, darle terapias, pero eso es imposible, Sofía es muy floja, no quiere, y yo, yo no puedo mas. Me cuesta trabajo manejar ya, tengo los nervios destrozados, no puedo estar llevándola con tantos terapeutas, psicólogos y nutriólogos. ¡Como si fuera tan fácil negarle la comida! Ayer que la lleve al parque se me acercó una fulana y me dijo que ella podía darme algo para ayudar a la niña a bajar de peso, ¿qué sabe ella de la enfermedad de Sofía? ¿Cómo pudo atreverse a decirme eso? Además, los niños también van a querer que los lleve a prácticas de futbol, al karate o quién sabe a qué otra cosa que se les ocurra. Mejor nos quedamos todos en casa y ya está.

No te preocupes, asegura Gabriel, en cuanto le entre la pretensión va a bajar de peso, ya verás, el novio la va hacer cambiar y entonces dejará de pensar en la comida.

Voy a llevarla con el médico que me recomendó Laura, dice que ha curado a personas que tienen cáncer. Ella conoce a alguien a quien el doctor curó. Dicen que es muy estudioso y que tiene métodos para hacer que los cromosomas se recuperen y si es así, todo éste infierno quedará atrás, ella podrá vivir una vida normal. Entonces ya no tendremos problemas, dejaré por fin los antidepresivos y los somníferos, tendremos ya a la hija que siempre soñamos, la que me acompañaría a todas partes y compartiría mis cosméticos, la que te recibiría corriendo hacia ti gritando, ¡Papá, papá! cuando volvieras de la oficina.